Por Miguel Linares Polaino
El debate actual sobre el futuro de los medios de pago nos pone en presencia de una doble realidad. Por una parte, la mayor comodidad que demandan los consumidores y usuarios en relación con los pagos cotidianos que realizan y, por otra, los requerimientos mínimos de seguridad que deben tener los sistemas de pago más innovadores.
Es bien sabido que los medios y sistemas de pago han adquirido durante los últimos años una nueva dimensión. Junto a la utilización de medios electrónicos de pago, tales como las tarjetas de crédito y débito, han surgido nuevos instrumentos que pretenden dar soluciones concretas a transacciones caracterizadas por la necesidad de atribuir una mayor agilidad y dinamismo al tráfico de bienes y servicios de cuantía no elevada.
Nos referimos, por ejemplo, a los sistemas de pago de las televisiones interactivas (“pay per view”) o a las diferentes utilidades del llamado “dinero electrónico”, que puede almacenarse electrónicamente en tarjetas inteligentes con tecnología “chip” o en la memoria del disco duro de un ordenador (mediante la utilización de tokens informáticos). Estos modernos sistemas de pago están pensados, entre otras funcionalidades, para realizar pagos electrónicos de cuantía limitada y de forma anónima, normalmente a través de internet o del teléfono móvil, en lugar de realizar complejas y costosas operaciones bancarias.
Aunque es innegable que la evolución de los medios de pago hace más cómoda la gestión de los pagos cotidianos, no debe olvidarse que estos sistemas innovadores requieren de un nivel adecuado de seguridad jurídica. De hecho, será la confianza de los consumidores y usuarios en la seguridad de cada sistema lo que les impulse a utilizarlos con habitualidad y lo que facilite la evolución del sistema.
Así, las empresas que trabajan en el desarrollo de medios de pago innovadores han avanzado mucho en hacerlos invulnerables a posibles usos fraudulentos. En este sentido, si bien es cierto que cada vez que se desarrolla un sistema de seguridad hay alguien que busca como evitarlo y hacer un uso fraudulento, no debemos olvidar que los medios de pago tradicionales tampoco son invulnerables. De hecho, hemos conocido a lo largo de la historia multitud de casos de falsificación de billetes, cheques, pagarés o letras de cambio, así como su robo, la falsificación de su firma o la realización de de pagos sin fondos a través de estos medios de pago.
En conclusión, a nadie escapa que el desarrollo de los nuevos canales de telecomunicación, como internet, el teléfono móvil o la televisión interactiva, representan un excelente caldo de cultivo para que el sistema financiero ponga a nuestra disposición nuevas formas y sistemas de pago. Ahora bien, esta realidad, que es imparable y que, sin duda, aporta comodidad, rapidez y eficacia a los modernos hábitos de consumo, no puede ignorar que la seguridad es uno de los factores clave para su éxito.
Ciertamente, el objetivo de la total y absoluta seguridad nunca se alcanzará, aunque sí una buena aproximación al mismo, lo cual permitirá consolidar el uso de los medios de pago que hoy consideramos innovadores y seguir avanzando en el diseño de los que serán los medios de pago del día de mañana.
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